Nadie nos enseña a vivir
solos.
La soledad nos
aterra. Somos seres sociables y así es
como nos gusta vivir, rodeados constantemente de gente que nos aprecie. Somos
tan sumamente curiosos que a veces nos gusta incluso impregnarnos de ciertos
problemas por tal de formar parte de algo. La felicidad se encuentra en sociedad, parece
ser.
La vida es corta o larga,
según como se mire. Solo hay una y resulta más curioso aun plantear la
siguiente pregunta: ¿Quién soy? Es decir, el planteamiento no importa si llegas
al mismo punto, ¿soy quién quiero ser?, ¿ soy quién quieren que sea? Y la
respuesta suele distar mucho de estar conforme. El planteamiento es
sencillo, la aplicación puede no darse
en toda nuestra vida. Partimos de la base de que tenemos una esperanza de vida
de 88 años por poner una aproximación. ¿Desde que nacemos hasta que morimos
estamos condenados a ser títeres de las circunstancias?¿ Se puede llegar a ser
quien uno quiere o es solo una utopía? Somos marionetas de nuestros propios
sentimientos, de las personas que nos rodean, de la sociedad. Nos inducen a una
serie de normas que rigen lo que está bien y lo que está mal. ¿En base a qué
todo eso? ¿Quién decide lo que es corriente y por tanto correcto? Por eso las
personas que se diferencian del resto son las que llegan a conseguir un cierto
renombre, destacan por encima del resto sea cual sea su cualidad. Destacan en
una básica: ser distintos. Y hoy en día la diferencia se paga a precio de oro.
Y habrá medio mundo empeñado en frenarte y hacerte cambiar. Miedo y envidia.
Solo una vida, ¿víctima o dueño de ella?
Cortar dependencias y
fomentar el desapego. Muchos lo llaman egoísmo y precisamente egoísmo es
pretender que las vidas ajenas están a tu servicio las 24 horas del día.
Tenemos una vida que nos tendría que pertenecer por derecho.¿Enserio se habla
de leyes universales que defiendan el derecho a la vivienda cuando se vulneran
el derecho a la propia vida? De pequeños estamos aprendiendo lo mucho que
necesitamos a los demás, los perdidos que estaríamos sin ellos. Y nos lo
creemos. Otro cuento chino. Tememos la soledad desde que tenemos 3 añitos y
sabemos que en el momento que estemos solos en la habitación puede venir el
Coco. ¿Y si estás con alguien no va a venir? Porque resulta que todo lo malo te
pasa si estás sin nadie y al final de cuentas todo lo malo que te ocurre es en
relación a otras personas.
No nacemos prefijados a
ser de una determinada manera, tenemos que vivir bajo el determinismo
genético e intentar moldear ese carácter
que nos es innato. Tú eliges tu entorno , no el miedo. Tú eliges tu vida, y al
final de cuentas haz balance. Piensa si merece la pena ser quién quieras que
seas. Normalmente se hace por miedo al rechazo y de nuevo, a estar solo. Pero
la verdad sale por encima de la falsedad como el aceite al agua. Todo lo que se
haga contra nuestros propios intereses pasará factura. Nada más y nada menos
con un “he desperdiciado mi vida” se dice rápido pero se sufre lento.
Estando sola es cuando de
verdad he apreciado todo en cuanto me rodea. En base a la experiencia, tenía
pavor a la soledad. Ya no.
Basta de culpas, basta de
cargar contra los demás nuestra propia frustración. Tú eres la persona que
tiene la última palabra sobre ti mismo. Cada uno tiene derecho a mirar hacia
adentro sin sentirse culpable por ello. Todo el mundo tiene derecho a ser feliz
sin que nadie diga u opine lo contrario.
La convivencia es todo un
reto. El autoconocimiento otro. Sin el segundo el primero no funciona, y
estamos empeñados en hacer funcionar el primero ignorando el segundo.
Es curioso.